Amor en el tiempo de Acuario, de Luis López Álvarez El poeta leonés Luis López Álvarez publica en la colección Cátedra Jorge Guillén el poemario Amor en el tiempo de Acuario (Valladolid: Fundación Jorge Guillén, 2002). Por suerte, tan sólo un año ha habido que esperar desde la publicación de Querencias y quereres (El Ferrol: Esquío, 2001). El lector interesado tiene acceso, así, a los avances de la obra de este poeta tan rico en modulación intensamente preocupado tanto por una poesía de índole cívica como por esa otra que se adentra en los enigmas de la existencia, también del corazón y de la felicidad. Pues a la felicidad y al corazón convocan este Amor en el tiempo de Acuario. Cincuenta años separan el primer poemario de Luis López Álvarez, Arribar sosegado (1952), de este otro que ahora se publica. Entre ambos se han sucedido Víspera en Europa (1957), Las querencias (1969), Rumor de Praga (1971), Los comuneros (1972), CárcavaTránsito (1979), Elegíaca, (1985), Pálpito (1990), Adarmes (1991) y Querencias y quereres (2001), también la antología Cómputo. Poesía, 1953-1982 (1985). (1974), Se trata, no hay duda, de una larga obra poética que tal vez ya esté reclamando una impresión general, la entrega a la estampa de una reunión poética que recupere aquellos poemarios ya inencontrables, y que una edición en forma de obra poética completa reintegraría la voz, íntima e intensa, rotunda y sinuosa, de este poeta interesantísimo que ocupa un lugar de honor entre aquellos otros de su promoción, Ángel Crespo o José Ángel Valente. Amor en el tiempo de Acuario es un libro de amor, un delicado libro de amor. Sus diversas partes, “Preludio”, “Víspera”, “El encuentro”, “La ausencia””El reencuentro”, “Consecución” y “Prosecución”, presentan, a manera de sucesivos estadios, los momentos por los que pasa la pareja de enamorados. Un verso breve, crepitante en velocidad y en emoción, de apenas siete sílabas, elabora las armoniosas cadencias con que representar ese misterio que conduce al amor, ese desgarro con que se vive la ausencia, ese gozo en que definitivamente se instaura el reencuentro y el amor prosigue. No se trata de una poesía narrativa, aunque en ella se den suaves pinceladas de narratividad. Se trata del seguimiento lírico del amor, sus pasos, su evolución. En suma, su misterio en un intento de desvelarlo. El poeta logra, además, designar el símbolo y elevarlo a su lugar correspondiente. En “El encuentro”, por ejemplo, el lector asiste a la aparición de no de los motivos centrales del poemario. El arranque se enuncia así: Cuando se vive un tiempo/ en que todo proclama/ su destino fugaz. Más adelante: Cuando se ignora si la/ piedra que se desprende/ es signo de erosión/ o la señal que anuncia / el final de este mundo. El poeta al final proclama: resulta de entidad/ que eleven los amantes/ su estandarte de amor / y adelanten ventura. El lector sabrá medir el sentido y la hondura de esta propuesta en unos tiempos en que lo valioso es denostado y lo baladí adopta la forma de lo impecable. JUAN GONZÁLEZ SOTO En Autana número 9-10, San Juan de Puerto Rico, marzo-octubre 2003. |
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