24 de mayo de 1972 Sr. Don Luis López Álvarez UNESCO París Querido Luis, Tanto Mimí como yo le agradecemos a Vd. El envío tan puntual de sus Comuneros. Vaya por delante nuestro contento de ver con que naturalidad se ha apoderado Vd. del tono del romance popular histórico, que con tanta sencillez realiza el milagro de hacer que los actos ya muertos retornen al fluir de la vida. Este es, me parece a mí, el significado no ya principal sino esencial de su romance y por cuya virtud quedará en las letras españolas de modo más hondo que una mera joya de antología. ……………………………………………………………………………………. ……………………………………………………………………………………. Sobre el fondo histórico me he llevado dos sorpresas: da Vd. a la Reina un papel más comunero de lo que yo creía haber sido su actitud, y también más “normal” en cuanto al estado de su juicio; y, sobre todo, parece usted rehabilitar como héroe al obispo de Zamora que yo tenía por muy bien ahorcado. Pero en ambas cosas que las dos autoridades que Vd. sigue hayan cambiado la visión establecida. (Todavía no me han llegado, por cierto.) Y ahora le diré lo más grave. Estoy muy preocupado por su poema, precisamente por lo bueno que es; porque el espíritu en que está escrito arde en guerra civil. Al adoptar una actitud pro-comunera hace Vd. lo que todos “nosotros” habríamos hecho en su lugar: lamentar que se perdiera aquella ocasión de hacer encajar en Castilla lo que hoy llamaríamos una democracia liberal o mejor sus raíces. Pero donde veo arder la guerra civil es en el relato de excesos, en sí lamentables, que el poeta absuelve cuando vienen de un lado y execra cuando vienen del otro, siendo así que se trata de errores idénticamente deplorables, que no vienen ni de un lado ni del otro, sino de un fondo común de sangre y carácter, y que han de juzgarse con un criterio común de humanidad. En las circunstancias de pre-guerra civil en que nos encontramos, su poema, precisamente por ser tan bueno en sí, puede hacer mucho daño; y pensando en cómo ha desolado y arrasado a España su historia tan pródiga en guerras civiles, me estremeció por lo apta, demasiado apta, su imagen final: Si los pinares ardieron aún nos queda el encinar. Un abrazo SALVADOR DE MADARIAGA
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