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Vicente Aleixandre





Miraflores de la Sierra, 11 setiembre 1957

Sr. D. Luis López Álvarez
París


Muy estimado poeta y amigo:


Aquí en el campo donde paso mis vacaciones me traen su libro “Víspera en Europa”. Muchas gracias por el envío. Yo no conocía su libro anterior y su poesía ha sido para mí una sorpresa.


Pertenece Vd. por su edad a la poesía revelada en los últimos años y leyendo esta obra de hoy, que me ha acompañado en este campo alto, veo con cuánta personalidad irrumpe Vd. en nuestra lírica. Su acento grave, la tonalidad de su meditación, la misma consecuente andadura y expresión, compleja y sencilla, mejor dicho despojada en lo externo, le hacen a Vd. personalmente reconocible, de arriba abajo, en un libro, en un poema que no le desmiente. Y centrado en una temática que pocos poetas de la generación suya podrían acometer sin visible desnivel.


Usted tiene la misma edad que José Ángel Valente (¿Le conoce Vd.? Vive en Oxford.) Y dos años más o tres que Claudio Rodríguez. Le interesarían a Vd.


Me alegro de este libro intenso y le envío un saludo.




VICENTE ALEIXANDRE







17-10-67

Sr. D. Luis López Álvarez
París


Querido amigo: Vd. diría que le tenía olvidado. Al salir de Madrid, por un error no me llevé su libro y al regresar tras la larga ausencia, una enfermedad dolorosa que hasta ayer no se ha diagnosticado me ha tenido apartado de toda actividad. Le he tenido presente todo el tiempo y su libro me ha acompañado en horas de silencio y libertad (las que me ha consentido el sufrimiento).


Un libro de madurez como es ya el suyo parece buena compañía y así lo he venido sintiendo en esta temporada de prueba que todavía no ha terminado. Es su andadura meditativa lo que enseguida seduce. Primero en esos poemas de la tierra, entrañados en la matriz del pensamiento, como si la tierra pensase. Grave solicitación y conciencia de un estar sobre una geografía que se hace metafísica, en el acento castellanísimo de sus versos. Creo que desde Machado ningún otro poeta me ha dado la sensación de ser un poeta castellano como vd. me la da. La seriedad y la concentración de su palabra le va muy bien a esta temática. Pero es que después, en los poemas de amor, suena también ese apretamiento meditado que habla desde la hondura del alma registrada y que es severa y ardiente al mismo tiempo. Quemada, yo diría. Y esto vuelve a verse en la parte final, más breve pero no menos significativa, de la sed de absoluto. El poeta centrado en su necesidad y en su conturbación. Usted está en la línea de Quevedo y Machado y que llega a un poeta muerto en el destierro, Domenchina, cuyos sonetos (un par de libros finales) poco conocidos y de calidad, poseen también algo de esa luz ahondada que da Castilla. La interioridad de Vd., tantos años fuera de su país, parece reverberar oscura y centralmente desde ese resplandor aplacado y hacia dentro que nos hace sentir la llanura castellana.


No sé si le alcanzo en París, ni si vendrá Vd. Pronto por Madrid. Espero mejorar y poder verle a Vd. cuando Vd. Venga y seguir conversando sobre su quehacer literario. Le recuerdo con afecto y le envío un saludo, Hasta pronto.



VICENTE ALEIXANDRE






Los Comuneros de Luis López Álvarez


    En este poema se ve la mano de un poeta muy castellano, uno de los más castellanos que existan en nuestra lengua. Con él, Luis López Álvarez ha conseguido algo que parece hoy casi imposible: el remozamiento de una épica.


    Uno va viendo la progresión de los acontecimientos, primero con una descripción sobria y pertinaz, luego con un alternamiento y un manejo de los sentimientos humanos que Luis López Álvarez hace con mano maestra. Traza unas cuantas escenas capitales en las que concentra los núcleos de mayor emoción y que es casi imposible escuchar con frialdad. Uno se compromete anímicamente del todo, como debe pasar con una obra de arte que quiere manejar las pasiones humanas en zonas profundas.


    Hay también momentos de pausa en las emociones, en que el autor entra en la zona más descriptiva con los personajes que van moviéndose, las gestiones que realizan, y eso está hecho con palabra tan sobria, tan justa, que no distrae el ánimo, no pesa no parece materia muerta, sino que es materia también acelerada para llegar a los nuevos núcleos emotivos que están esperando.


    Creo que en ese tipo de poema de sabor épico, si no se consigue un nudo de agitación del espíritu, es empeño perdido, y eso es lo que Luis López Álvarez logra muy bien.


    Uno ve las descripciones hechas con mano muy segura, con vocablo muy cierto, muy pertinaz, muy asediante de exactitud. Pero eso conlleva al mismo tiempo una aparente espontaneidad en los sentimientos y en las emociones. Por ejemplo, el cuadro que traza de todo lo que sigue a la derrota de Villamar con la graduación de los efectos antes de las ejecuciones, las respectivas ejecuciones, la asociación de la naturaleza a esos momentos, lo que sigue de doña María en Toledo, la parte ya final; todo eso parece los últimos temblores de una gran oleada que va muriendo lentamente, pero que todavía vibra hasta el final, hasta que ella se escapa. La carta de él, lo que ella dice, la resolución de ella; todo eso tiene una sobriedad y un afincamiento verdaderamente emocionantes hasta ese final último de esperanza y vaticinio.


     Luis López Álvarez ha logrado el empeño en que se metió porque el romance tiene todo el sabor antiguo de la expresión vieja, pero al mismo tiempo tiene una resonancia moderna en el espíritu del que lo escucha. Ha habido un remozamiento dentro de la conversación de tradición: algo muy difícil de lograr hoy. Intentos así, modernos, colmados, plenos como éste, no recuerdo ninguno, me parece un caso único.



VICENTE ALEIXANDRE
Premio Nóbel de Literatura
Marzo de 1972


 
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